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Marca de coches que, como su propio nombre indica, tienen un tamaño bastante reducido y sólo dos puertas. Su cupo de personas es de 4 (dos delante, dos detrás), si bien generalmente sólo se ocupan las plazas delanteras debido a, como hemos dicho, que su capacidad es escasa. Este extraño vehículo caracterizado por costar más caro de lo que en realidad vale su fabricación, es mundialmente conocido por ser el vehículo habitual del gran Mr. Bean, siendo éste de un color amarillo mostaza.
Reconocer un Mini a simple vista es una tarea fácil. Algunos de los puntos que nos pueden ayudar a distinguirlo son:
Sin embargo, la manera más sencilla de identificar este coche, es sin duda prestar atención a su conductor, que suele presentar alguna, si bien en ocasiones todas, las siguientes características:
Es muy importante no confundir el Mini con las burdas imitaciones que hay de él en el mercado. Si en vez de su insignia habitual lleva en el frontal una S picuda, se trata de un Suzuki Swift, que podrá ir pilotado también por señoritas finas como las del primer ejemplo, sólo que con menos dineros que ellas, movidas únicamente por el afán de imitación. Esta situación es muy habitual en su vida, por lo que se encuentran constantemente frustradas, desde pequeñas, cuando todas sus compañeras del colegio Sagrado Corazón llevaban deportivas marca Adidas y las suyas eran Adilias. En el caso de que su conductor tenga aspecto cani puede ser que se trate de un robo. Avise a las fuerzas del orden en tal caso. Si la persona que lo pilota lleva mono y una gorra blanca en la cabeza, no se trata de un Mini, sino de una Renault Kangoo. En tal caso, planteese mirar antes el exterior del coche que el ocupante para no caer en errores.
Algunos son también víctimas del truñing, cáncer del parque automovilístico de nuestra sociedad. Su diferenciación es más complicada, pero aún así no es imposible.
Al principio el Mini era pequeño. Con el paso de los años fue creciendo cual tierno infante en la edad del pavo, y le salieron hermanos mayores, el S y el Cooper, reservados para altas esferas de la sociedad. Mientras, el hermano pequeño, el Mini One, es el modelo de los pobres y de los ejecutivos medios.
Generación tras generación fue redondeandose, hasta alcanzar ese aspecto de cubo sin esquinas con cuatro ruedas que tiene hoy en día. Sus ingenieros decidieron hace poco que el mercado del Mini debía ampliarse, para dejar de ser un coche de enlatados y poder meter al menos una maleta (algo muy útil para los viajes al pueblo), así que se inventaron un nuevo concepto, el Mini Clubman. Éste se caracteriza por ser más raro que un perro verde, aunque podría haber sido peor. Para empezar, las puertas están puestas a la buena de Dios: dos delante, una lateral (muy estilo furgoneta de operario de la construcción) y dos en el culo o maletero. Esta extraña distribución sólo puede esconder en realidad malvados planes de dominar el mundo a través de la ceguera de la gente que lo vea pasar y se arranque los ojos ante semejante enjendro.
Se cree que el Mini es pariente de las minipizzas y de la minipimer, si bien no está claro que sea un descendiente directo de ellas o viceversa.
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