Ochentero

De: La Frikipedia, la enciclopedia extremadamente seria.


De la serie tribus urbanas del mundo:
Ochentero
Ejemplo de la tribu
Chema-panadero.jpg
Chema el panadero ilustra bien las metamorfosis de un ochentero: miembro de un conjunto musical, actor en programas infantiles y fundador de una compañía de teatro alternativo
Hábitat Parques temáticos, oficinas, locales de ocio nocturno, redes sociales... En todas partes, vaya
Inteligencia Como mínimo se le reconoce una capacidad de evocación ilimitada
Frase favorita En los ochenta...
¿Peligroso? Únicamente cuando va en manada y con unas copas de más
Obsesión Digitalizarlo todo
Notas A evitar en fiestas y homenajes de todo tipo


Persona que valora exageradamente todo lo que pasó entre 1980 y 1990, ya sea estilos de vida, opiniones, cultura, acontecimientos, música, literatura, ocio, cine, tecnología o modas. Por lo general se denomina así a la persona que presume de haber vivido todo eso.

Un ochentero puede tener cualquier edad, pero el ochentero auténtico es el que nació entre 1960 y 1970 (si no ha nacido entre esos años es un fan sobrevenido que, por alguna extraña razón, no tiene interés por la época que le ha tocado vivir), y que se denomina a sí mismo pureta ochentero. Cree que así demuestra capacidad de autocrítica, pero en realidad ignora que los más jóvenes le llaman pureta ya no se lleva, eso es de los ochenta.


Contenido

Autotest del ochentero. Conoce tu nivel de ochenterismo


Especies ochenteras





Declive

Hasta que llegó el sida y el ochentero se convirtió de la noche a la mañana en defensor a ultranza de la monogamia, la fidelidad y la responsabilidad. Sin que nadie diera por oficialmente finalizada la diversión, entraron por la puerta compromisos emocionales, hijos, viajes organizados, segundas residencias, segundas hipotecas, segundas parejas... Una mañana, a mediados de los noventa, el ochentero se levantó y se dio cuenta de que se había convertido en sus padres, y desde entonces repite orgulloso sus mismas ideas sobre la educación y la tradición, las mismas contra las que había construido su identidad «rebelde». En política, al ochentero le tocó vivir la revolución neocon de Ronald Reagan y Tatcher, los amos del universo, la desregularización de la economía, los bonos basura, el crecimiento ilimitado, la abundancia... Nada de todo esto preocupó nunca al ochentero, hasta que le hicieron un contrato fijo. Desde entonces, trata desesperadamente de compatibilizar sus borrosas convicciones progres con el bienestar económico al que aspira. La ideología del ochentero es confusa y difícil de calar: se pierde en terceras vías políticas que no se sabe qué son ni se decantan por nada. El ochentero trampea la coyuntura con lo primero que tiene a mano.


Los mitos

La cinta VHS. El ochentero la llenaba de videoclips grabados de la TV sin pausa y sin criterio.

El ochentero ha decretado que la suya es la única generación a caballo entre lo analógico y lo digital que ha conocido lo mejor de ambos mundos: aprovechando lo que valía la pena del primero y aplicándolo a las novedades tecnológicas del segundo. El ochentero es un converso de la tecnología, porque para él es como el maquillaje que le permite contemplarse siempre joven, siempre al día. Por esa razón, el ochentero es un chollo como consumidor: ha cambiado los vinilos por VHS por DVD (alguno las volvió a comprar). Ha cambiado la tele de tubo por una de pantalla plana con TDT de alta definición y sopotocientas pulgadas para que sus hijos vean el Disney Channel. Ha cambiado la cámara de fotos automática que le regalaron para el viaje de bodas por una digital de 8.4 megapíxeles para documentar la infancia de su primogénito, superando el nivel de detalle de la serie 24. Tiene un iPod donde ha digitalizado sus CD de los ochenta pero no ha comprado ninguna canción en iTunes (eso sí, habla muy bien de Apple, porque es el Armani de la informática). Está escaneando sus fotos en papel (guardadas en otra caja junto a los vinilos) y está embarcado en un proyecto de digitalización de los vídeos familiares y musicales que grabó de la televisión con el digitalizador que regalaban con los cupones de un diario gratuito. Esta labor le llevará más tiempo que la construcción de la pirámide de Keops, pero el ochentero no dejará de comentarlo orgulloso con otros ochenteros, enseñando el único video que ha convertido. Todavía no está terminado porque tiene que retocarlo y añadirle ocho pistas de sonido y unos créditos como dios manda. En realidad no está muy seguro de cómo se hace y espera a que sus sobrinos crezcan para pedirles que lo hagan ellos.


Las claves

Esto es lo que daba de sí el diseño gráfico en los 80.

El ochentero lo tiene muy claro a la hora de establecer lo mejor de cada categoría, porque el premio siempre es para algo o alguien de los ochenta:

Los Cobi.


La moda

La pata de elefante) y un número indeterminado de camisas y camisetas. Lo de ir conjuntado lo dejaban a criterio de sus novias de más de 1 año de antigüedad. Con los contratos fijos pasaron sin demasiados traumas a la corbata y al traje (con las mangas subidas hasta el codo en las fiestas, en plan Wham o Miami vice, según tendencias y orientaciones). Ahora se les reconoce por haber hecho de su ropa ochentera (de marca) el uniforme oficial para los fines de semana. La principal diferencia es que ahora las camisas van por fuera del pantalón, para disimular los michelines. Respecto a la moda femenina, el ochentero tiene muy claras sus preferencias: tejanos gastados y ajustados, camiseta blanca ajustada y deportivas blancas no demasiado sucias. Por eso adoraron a las Bangles y a Katrina (la de los Waves) y ahora las han cambiado por Katy Perry. Opinan que la ropa ajustada les ha perjudicado al no estar de moda en los ochenta (habrían ligado mucho más), aunque ahora no sabrían prescindir de ella (especialmente cuando la ven puesta en veinteañeras).


Sin embargo, la ropa que gastaban sus hermanas, amigas y novias era muy diferente: blusones enormes (ideales para disimular un pecho excesivo; entonces una condena, ahora una bendición) que no transparentaran (salvo contadas excepciones). Minifaldas con volantes, cintas en el pelo (se llevaban mucho en las fiestas), sombras de ojos verdes, incluso calentadores rosa sobre tejanos de colores. Las ochenteras llevan tatuado en su genoma dos mandamientos básicos sobre moda:



Todas las tendencias de moda urbana posteriores se han construido en contra de estos dos principios. Pero lo que de verdad define a una ochentera es su odio declarado a las hombreras: todas las llevaron en un momento u otro (incluso bajo la tira del sujetador) y hoy reniegan de ellas. Harán falta 10 años más para que vuelvan a ponerse de moda.


El ochentero y el ocio nocturno

El ochentero brilla como nunca en el ocio nocturno, porque su generación es la que ha vivido la mejor época del ocio nocturno que nunca haya habido. Si sale exclusivamente con otros ochenteros van a los pocos locales que quedan de su época, porque allí se encuentran a gusto. Aunque la decoración y la música ya no es la misma, pueden recrearse en sus batallitas y recuerdos del paraíso perdido. Cuando un ochentero (conversando con otros ochenteros) dice: "¿te acuerdas de Un globo, dos, globos, tres globos?" es mejor que los no-ochenteros activen el salvapantallas facial protegido con contraseña, porque eso significa que se ha puesto en marcha el dispositivo evocador-sin-pausa de: series de TV (en blanco y negro sobre todo), películas de la adolescencia, sobeteos con las chicas del colegio de enfrente (enseñanza segregada, otro obstáculo que supieron superar) en los cines de sesión continua y programa doble (realmente los echa de menos), fines de semana en las segundas residencias de los padres, excesos etílicos y narcóticos (siempre controlando, no como los pardillos de ahora) y, sobre todo, de la movida madrileña y su explosión creativa, de cómo entonces se llevaba ser un tiradete y bla, bla, bla... Cuando empiecen a preguntar sobre tal o cual chica que nunca le hizo caso, si se casó, si se divorció, si la has visto, si estaba buena, si estuvo a punto de... significará que la tormenta ha pasado y es posible salir de la hibernación mental sin temor a quedar sepultado bajo toneladas de historias descojonantes en las que tú (¡fíjate qué casualidad!) nunca estabas.


En cambio, cuando el ochentero sale con gente más joven se muere por ir al local más moderno y transgresor, convencido de su propia capacidad de adaptación. Sin embargo, en un momento de relajación de la diversión, mientras espera que le sirvan el tercer gin-tonic (de Tanqueray, porque ahora ya sabe lo que quiere), comenzará a buscar equivalencias entre las palabras y etiquetas que usan los más jóvenes y su lenguaje ochentero. Su intención, llena de Buen Rollo Universal(TM) didáctico, es demostrar que todas esas chorradas ya las había inventado su generación. Y a continuación entran en el mismo retro-bucle del párrafo anterior, esta vez en versión dispositivo analítico-crítico del ochentero que compara su década dorada con el pálido espejismo de la actualidad. Es peor un ochentero en modo analítico-crítico que en modo evocador-sin-pausa. Si te encuentras atrapado entre ambos es mejor quedarse con este último.


Ochenteros célebres

Alaska. Icono ochentero.

Eclipse

El ochentero, en definitiva, actúa como si su generación fuera la primera con conciencia de serlo, y las que vendrán después no se entenderán sin la suya. Sin embargo, llegará un día en que sus hijos se hartarán de sus leyendas sobre el paraíso perdido de la infancia analógica (los últimos que la disfrutaron, por si no lo sabías) y sus anécdotas de la protointernet con conexión por modem. Ese día asistiremos al nacimiento de una nueva generación. Qué cosas habrá que aguantarles es un enigma todavía sin respuesta.

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