Proslambanómenos

De: La Frikipedia, la enciclopedia extremadamente seria.

Si usted ha dado con este artículo seguramente sea porque es un profesor universitario, curioso y emprendedor, de acústica o historia de las artes antiguas, o estudiante ocioso de música, o ama de casa obsesiva de erudición, o aburrido inernauta, o empleado público despedido, o embajador somalí en Nepal, o lleva cinco horas dando vuelta en la Fikipedia sin saber ya qué mirar, o que tiene demasiado tiempo que perder.

En cualquier caso, no merece ser tomado en serio. Entonces aquí va nuestra explicación.

La palabra proslambanómenos es de origen griego, y vaya uno a saber qué significa, pero Pitágoras tiene algo que ver en todo esto así que vaya sospechando que el tema va por el lado de la física, la matemática, la filosofía, el lance del discóbolo o la pedofilia homosexual.

Contenido

Contexto histórico con texto histórico

En aquella época (la de Pitágoras) en la que nada se había descubierto aún, la rueda y el play stations ni desodorantes para inodoros ni duchas teléfono ni nada de la civilización, y la gente aún tenía el precario e ingenuo pensamiento de creer en dioses y en leyendas raras sobrehumanas, comenzó arduamente la búsqueda de respuestas sobre los sucesos naturales y sus porqués.

Como por ejemplo, miraban las estrellas y decían inspirados “¡ah carajo!” y así estaban dos siglos para inventar el astrolabio y dos siglos más para aprender a usarlo. Un caso curioso es el de la famosa anécdota que cuenta que estando Platón durmiendo bajo la sombra de un frondoso árbol, se cayó una manzana en su cabeza y, despertándose, gritó, “¡Ergo sum eureka, cógito!”, y supo (por inspiración divina y astral, debido a que la Osa Menor, Orión y Los Tres Tristes Tigres convergían en ese momento prodigiosamente) que E=mc2.

O también, la historia del cínico del ánfora, Diógenes de Sínope, descuidado vagabundo que orinaba y fornicaba a vistas de toda la buena gente, a quien el Magno Alejandro preguntó, aproximándose la época más avanzada de los estudios astronómicos, “¿Qué deseas, sabio hombre?, pídeme lo que quieras y te lo daré”, a lo que el filósofo respondió, “que te muevas, porque me tapas la luz de la cosa esa que brilla ahí arriba y que se me está ocurriendo justo ahora que puede ser una bola gigantesca de gas quemándose a 150 millones de kilómetros del globo terrestre y a 15 millones de grados centígrados en su interior de átomos ionizados”.

Con la música sucedió más o menos lo mismo. Tocaban la siringa, hacían sus cantos a Dionisio, danzaban ebrios los días de solsticios, pero no entendían nada, nada de la esencia de la música. O sea: no sabían nada acerca nuestro querido Proslambanómenos.

Sonido como fenómeno físico

Para entender mejor lo que trataremos de explicarle, por favor, siga las siguientes instrucciones:


Partiendo desde ahí, ahora sí, procedemos a explicar (los pasos anteriores sirvieron para que usted, si es un bruto ignorante troglodita no lo sabía ya, se diera cuenta empíricamente que el sonido es, ante todo, vibración, o sea, un fenómeno físico) cómo funciona la onda del sonido y la acústica.

Se dice que la onda del sonido se propaga a aproximadamente 350 m/s (milimésimos por santiamén), y a esa velocidad en un ambiente semihúmedo y no muy caliente ni muy frío tampoco —conviene que sea tibio y primaveral y con mesurada presión atmosférica— se logrará, debido a la frotación de la onda con el aire y las partículas contaminantes urbanas un sonido de 440 vibraciones por segundo, llamada La Central del Piano en el Puesto Número Cuarenta y Nueve Contando Desde Abajo, que no podemos reproducir aquí ya que usted no está escuchando esto que está leyendo. Para corroborar esta tesis agarre la soga de saltar de su sobrina y sacúdala (a su sobrina no, por dios) mientras gira muy rápidamente sobre sí mismo, controlando que se respeten todos los datos arriba expuestos (frecuencia de vibración de la soga, humedad, temperatura, etc.), con su gato atado a la cola (no al cuello sino las cuerdas vocales estarán obstruidas) por la punta de la soga opuesta a la que usted está asiendo. El sonido que oirá salir del gato será la ya mencionada nota y podrá usarla de guía para afinar la guitarra para tocar ese minué de Bach en su próximo concierto familiar.

Como todo el mundo sabe una nota vibrando a la mitad de frecuencia que la otra sonaría una octava grave respecto de la primera, es decir que si la frecuencia es de 220 vibraciones por segundo suena el La No Central del Piano Sino el Anterior a Éste, y si es de 880 el La de Más Arriba, obviamente. Para no usar números tan grandes pongámosles un 1 a una nota y un 2 a la misma nota pero una octava más aguda, porque usa el doble de ondas. Para calcular una quinta (o sea una nota más o menos al medio de la 1 y la 2) piense en un 3/2, para una segunda un 9/8, para una tercera 81/64, una cuarta 4/3, una sexta 27/16 y una séptima 243/128 (no vamos a explicarle por qué son estas fracciones porque no va a entender un cazzo).

Con esos datos podrá experimentar con diferentes largos y grosores de cuerda, variadas velocidades de rotación y oscilación, y diversos tamaños, edades y razas de gatos. Si logra reunir a varios amigos y vecinos para que a cada uno le corresponda una nota podrá hacer una escala de Do mayor o incluso alguna bella sonatina de Clementi en el cándido sonido gatuno.

Aproximándonos, ya sí por fin, a nuestro Proslambanómenos pasamos a explicarle algo muy simple.

Sistema Perfecto Disjunto Ametabolón, Sistema Perfecto Metabolón, Synemenón y Catapycnosis

Como no tenemos ni puta idea las definiciones exactas de qué tratan estos Sistemas nos dispondremos a explicarle algo que no tiene nada que ver pero que nunca está de más saber y que trata de la famosa y cuestionada Coma Pitagórica.

El que haya estudiado un poco de teoría musical, solfeo, piano o gaita gallega sabrá que un do sostenido y un re bemol son la misma nota, como también sol sostenido y la bemol, o, un caso bastante poco pensado, mi doble sostenido y fa sostenido. Esos sonidos entre sí se llaman distinto pero suenan igual, o sea que son enarmónicos.

Cualquiera diría, basándose en esos datos, que un si sostenido es lo mismo que un do, pero no. Ahí está la coma pitagórica. Pitágoras, que era un tipo que no podía deleitarse aún con un recital de Iron Maiden, nos complica la vida poniéndonos adelante esta fracción —porque cree que es importante, pobre tipo—:

531.441/524.288

Esta es la coma pitagórica. La diferencia entre los sonidos extremos de 12 quintas sucesivas (utilice la fracción 3/2 para representar la quinta, elevada a la 12ª potencia y vea el número que sale) y de siete octavas sucesivas (el número 2 elevado a la 7ª potencia). Teóricamente, si contamos con los deditos las 7 octavas y las doce quintas calculamos que la nota debería ser la misma. Pero el resultado es ese que pusimos y esa es la diferencia vibratoria entre un si sostenido y un do que hacen que algunos cantantes como Avril Lavigne desafinen considerablemente.

Entre todo este barullo de notas, quintas, octavas, frecuencias, vibraciones está el quid del Proslambanómenos.

Cuenta la historia que muchos siglos antes de que Pitágoras viniera a joder los griegos habían acomodado ya sus notas en cierto orden asignándole una personalidad a cada una y un nombre simpático como Paramete, Likano o Hypate, y esta buena gente, que aún no había oído una escala bien afinada en una Fender Stratocaster pero que sí tenía descubierta ya la aritmética como la utilizamos en nuestros días, no consideraron —solamente por respetar los tetracordios y sus estrictos Sistemas Perfectos y Disjuntos y Metabolones— que al final de toda la escala el gusto musical natural necesitaba una última nota. Dándose cuenta de su error, ya que el oído exigía irremediablemente una nota final aunque sus cálculos les dijeran que no, agregaron una nota final, equivalente a el La No Central actual y le llamaron Nota Agregada, sin más ni más. Este es el Proslambanómenos, en esencia y substancia material, inmaterial e incorpórea de todas las notas no consideradas como tales y fuera de sitio.

Ya reconocido y respetado por genios musicales y demás artistas quiso el gran Leonardo dedicarle una escultura al Proslambanómenos pero se dio cuenta, no sin cierta frustración, que el mármol no podía representar un sonido. Hay que joderse.

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