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Fabián O’Neill (Paso de los Toros, Tacuarembó, Uruguay, 1973) es un ex jugador de fútbol uruguayo que se ha destacado en todos los clubes en donde ha jugado. Dotado de una exquisita técnica y de una debilidad por el vino, jugó en equipos de Uruguay e Italia y en la Selección Uruguaya. Es, para muchos, uno de los jugadores más completos que hayan surgido en aquel país.
Desde pequeño Fabián tenía una obsesión por la pelota, como todo niño, salvo que él jugaba realmente bien. Llamaba la atención con la facilidad que se desenvolvía en las canchas y en los boliches de viejos borrachos lo que hizo que su abuela, quien lo crió como a un hijo, lo anotara en club de baby fútbol.
Parece que el joven Fabián no paraba de deslumbrar a los isabelinos por su técnica. El adolescente jugaba con una elegancia y una tranquilidad digna de los grandes centrocampistas del mundo. Fue así que el cónsul del Club Nacional de Football le consiguió un pasaje y una damajuana de diez litros de vino prueba en Montevideo, con el fin de enrolarse al poderoso club uruguayo.
En las inferiores de Nacional, Fabián hacía lo que quería dentro y fuera de la cancha. Era la carta ganadora de los técnicos, tenía potencia, llegada al gol, eludía rivales y al portero de la pensión juvenil para definir él o asistir o a los boliches a jugar al casín y tomar caña a sus compañeros.
Debutó en el año 1992 en un plantel que a la postre fue campeón uruguayo. Siendo un chico de tan sólo 19 años, tuvo que lidiar con hombres maduros como Revelez y De León, personas que imponían respeto en el vestuario. Fabián acostumbrado a la joda y al chupe comenzó a sentir las puteadas de los mayores y la responsabilidad de jugar en Primera División, tuvo choques con varios de estos e incluso con el técnico un viejo amargado y miliquero como Roberto Fleitas.
En 1992 Fabián tuvo muy buenos partidos en el Campeonato y en la Copa Libertadores, demostrando toda su calidad, potencia y visión de juego, cosa que sorprendía por ser tan joven y tan desprolijo.
Después de ser campeón uruguayo en 1992, Fabián siguió jugando hasta el año 95, cuando su contratista Paco Casal comenzaba a armarle el quinquenio a los mierda abrirse paso en el mercado italiano. Fabián había sorprendido a varios clubes del calcio gracias a sus grandes condiciones y su corta edad, lo que prometía muchísimo.
Antes de irse, Fabián dejó recuerdos de grandes goles, el campeonato del 92 y algunos detalles como la amistad con el Chango Pintos Saldanha que se escapaban de sus mujeres a los boliches y a tomar vino y un recordado festejo de gol en el Troccoli, ante Cerro. Los asesinos hinchas de Cerro se la habían agarrado con el bueno de Fabián, quien en el minuto 89 anotó el empate y no tuvo mejor idea que festejar el gol parándose ante la tribuna local, devolverles la puteadas y arrojarles la camiseta: “Acá tienen, hdp!!”
Cuentan que antes de un clásico le dijo a su compañero, el sanducero Martín Parodi: “Ñato, si no tiramos un caño ante 60.000 personas, no somos nada”. Y además prometió hacer echar al volante defensivo de penarol, el burro de Nicolás Rotundo. Fue así que la primer pelota que tocó el isabelino, el jugador Rotundo fue a marcarlo y como por arte de magia, el balón pasó entre las piernas del marcador que, desconcertado, atinó solamente a cometerle falta a Fabián. Tarjeta amarilla para el jugador carbonero. A los siete minutos de dicha acción, vuelve a recibir la pelota Fabián contra la raya y otra vez Rotundo a la marca. Claro está que no es lo más lindo comerse un túnel y menos en un clásico con 60 mil almas, por lo que a Fabián no le iba a salir barato su picardía. Entonces, un Rotundo enceguecido fue a marcarlo con todas sus fuerzas, cuando bajó el clásico “ole!” desde la tribuna tricolor. Sí, segundo caño consecutivo a un jugador que no aguantó la vergüenza y castigó a Fabián de una artera patada. Segunda amarilla, expulsado Rotundo y Fabián cumpliendo su palabra.
https://www.youtube.com/watch?v=1eAtfVtb0dw
El Bebe Castelnoble fue el DT de Uruguay que convocó a Fabián para disputar el Mundial. Allí compartiría el plantel con perros jugadores de la talla de Adinolfi, Memo López, el Pelado Traversa y el Canario Olveira. Entre todos estos jugadores, con quien mejor se entendió dentro de la cancha y fuera fue con el Petete Correa. La clase de Fabián y el gusto por el vino y el olfato para la frula goleador de Petete hacían un combo muy peligroso conocido como “Vino y Pala” para cualquier defensa.
En el Mundial Sub 20 Fabián se despachó con dos goles frente a Portugal por fase de grupos, instancia que Uruguay consiguió el primer lugar de su serie. Posteriormente, la selección caería en la siguiente fase, cuartos de final, ante el local, en un partido recordado por las patadas que se llevaron O’Neill y el Petete el gol de oro convertido por los canguros. 2-1 fue el resultado final, Uruguay de vuelta a casa.
El isabelino arribó al Cagliari, que se preparaba para disputar la Serie B (VERRRR), en el año 96 donde rápidamente se convirtió en ídolo, aprovechando dicha condición para serruchar tanas. Gracias a sus buenas actuaciones, su equipo logró el ascenso a la máxima categoría.
Al año siguiente, Cagliari por presión de Casal que era como el dueño del club contrató al popular Maestro Tabárez para dirigir el primer equipo. Al principio, Fabián se sintió cobijado por su compatriota, pero esto cambió por un episodio en un entrenamiento del primer equipo, en un picadito contra el equipo primavera (no es la lionesa primavera, animal, es la reserva).
Según cuenta el Mago, un pendejo malcriado rival le entró con una patada muy dura al isabelino, por lo que el hombre respondió con un piñazo a la cara del malaleche. Al ver la situación, el Maestro Tabárez otro técnico amargado y miliquero igual que Fleitas expulsó del entrenamiento a O’Neill, que se fue a las puteadas limpias al vestuario.
A las dos horas, O’Neill se plantó en la oficina del presidente contándole el episodio y poniendo en un aprieto al pope: “O se va Tabárez… o me voy yo”. El jugador no se sintió respaldado por el DT de turno y por eso tomó esa decisión. Ante esto, el Presidente estaba en la encrucijada de expulsar del equipo al jugador estrella, al Clase A que había ascendido a la Serie A, el jugador que tenía valor de reventa altísimo; o de echar a un técnico que fue a Europa a pasear, a conocer el Mediterráneo y Milán del montón. ¿Usted qué hubiera hecho? Lo mismo que yo: pa afuera Tabárez.
Al parecer el reconocido Gennaro Gattuso ya era un picapedrero desde joven que le pegaba a todo lo que se movía. Tal es así que Gustavo Méndez, del Vicenza, y Paolo Montero, de Juventus, lo habían enfrentado y sabían de quién se trataba. Para bromear a Fabián, los dos jugadores le dijeron que era un tipo muy muy duro y que seguramente O’Neill se iba a asustar contra él. Fabián, que de garca no tiene nada, dijo que le iba a tirar dos caños, como aquella vez a Rotundo.
Llegado el partido contra la Salernitana, los primeros minutos Gattuso pegó a mansalva a los jugadores del Cagliari., sin embargo, no era amonestado dado que gozaba de cierta la impunidad de los árbitros por su condición de italiano. Todavía no se había dado la oportunidad para que Fabián cumpliera su promesa. Fue en una jugada en el centro del campo que recibe Fabián y Gattuso sale a atorar, con las piernas un poco abiertas pero lo suficiente para que el Mago le tirara el primero de los caños. Terminada la jugada, Gattuso lo miró con cara de pocos amigos y le descargó un “la próxima te mato”.
Siguiente jugada recibe el isabelino y lo ve venir como un toro de San Fermín al bueno de Gennaro. Con la simpleza de los genios, Fabián tocó suavemente la pelota la cual pasó entre las piernas del calciatore de la Salernitana. “La próxima te mato en serio” dijo en un descontrolado italiano el ridiculizado player. O’Neill le respondió: “tranquilo, Gennaro, que estás pasando vergüenza”.
Después de tres excelentes temporadas en los bares, cabarets de Cerdeña el Caglari , Fabián cambió la marca de cerveza favorita y de club: el Juventus de Turín ponía los ojos sobre él. El isabelino, que hacía diez años jugaba en potreros de Tacuarembó, era adquirido por uno de los clubes más poderosos del mundo. Allí compartiría vestuario con Paolo Montero, su compatriota, y con figuras de la talla de Alessandro del Piero, Christian Vieri, Edgard Davids, Filippo Inzaghi y “El Mostro”, apodo que le puso Fabián al crack francés, Zinedine Zidane.
El técnico Marcello Lippi tenía una encrucijada: jugaba con un solo enganche, y ese lugar era para el Mostro. Sin embargo, Fabián siempre entraba y la rompía, tanto es así que el propio Zinedine decía “si el partido se complica, dénsela a Fabián que él soluciona todo”. Años después, el campeón del mundo con Francia diría que O’Neill fue el mejor jugador con el que compartió una bacanal y una cancha de fútbol.
El técnico italiano resolvió el problema con inventando a Fabián de “doble cinco” junto a Edgar Davids. La cosa era sencilla, el negro corría como todo negro, robaba la pelota y se la daba a O’Neill, quién ofrecía una salida prolija. El equipo era una maquinita con Fabián en la nueva posición y con Zidane de enganche. Reinaba el compañerismo y las jodas con trolas en lo de Inzaghi, el whisky con Zizou y las birras con Kovacevic y Tudor y la Juventus arrancaba la temporada con mucha fuerza. Pero no todas eran buenas, Fabián tuvo una lesión grave de la rodilla que lo marginó de las canchas.
Esto a la larga le trajo problemas personales, desbarrancó otra vez en el alcohol, tanto es así que una vez llegó “amenecido” por no decir “mamado hasta la manija” a la concentración de la Juventus y el médico lo analizó: “Con estos valores no podrías jugar al fútbol, tendrías que estar muerto”. Muchos compañeros trataron de ayudarlo, incluso el capitán que se borraba en las difíciles con la Celeste Paolo Montero trató de hacerlo de entrar en razón diciéndole que era una oportunidad única en la vida, que eran muy pocos los que llegaban a un club tan importante.
La seguidilla de lesiones hizo que perdiera continuidad, sumado a la irresponsabilidad de Fabián, hicieron que el paso de la Juventus fuera más corto de lo que hubieran querido todas las partes: la Vecchia Signora no hizo opción de la compra y Fabián fue prestado al Perugia.
En Perugia no tuvo una buena temporada por lo que volvió a Cagliari, donde tampoco tuvo una muy buena temporada. Es por eso que decidió pegar la vuelta a su Paso de los Toros natal y abandonar el fútbol.
La noticia de que O’Neill estaba en Uruguay y sin club corrió como reguero de pólvora y llegó a oídos del Contador Damiani, presidente de penarol. El Viejo Borracho necesitaba un jugador de esas características y sumaba así otro borracho con quien compartir un Johnny Negro. El carbón llamó al talentoso volante para ofrecerle jugar en su club como una forma de meterle el dedo en el orto a su rival de toda la vida, como después pasaría con el Lucho Romero. Fabián dijo que “ni por toda la plata del mundo jugaría ahí, por respeto a la gente de Nacional” y cortó el teléfono.
Ante eso, Nacional fue a por Fabián ofreciéndole un contrato bajo para un jugador de esa calidad, pero era lo que podía ofrecer en ese momento. Fabián, ídolo e hincha del Club, aceptó sin problemas el contrato y se enroló en 2003 al club de los hermanos Céspedes.
Nacional ganó con autoridad el Campeonato Apertura 2003. Dirigido por Carreño y por jugadores de la talla de Loco Abreu, Gustavo Munúa, Horacio Peralta, Eguren, Lembo y Gustavo Méndez, hicieron un campeonato redondo derrotando al tradicional rival por tres tantos contra uno. El propio Fabián O’Neill declaró que “estaba robado” jugar con el Loco, y así fue.
Fabián fue muy importante en la Copa Libertadores de ese año, convirtiendo un recordado gol ante el Santos en Vila Belmiro: cuando todos esperaban el centro el fenómeno sorprendió con un tiro rastrero al palo de la barrera. PONER LINK DEL GOL Sin embargo, Nacional quedaría eliminado por penaltis ante el equipo de Pelé que contaba en sus filas con Alex, Robinho, Diego, Ricardo Oliveira P
Al finalizar el Apertura comenzó el período de pases y Nacional transfirió a Gustavo Munúa al Deportivo La Coruña. El pase se hizo de club a club, sin intermediarios jodedores que se llevan tremenda rodaja de la torta. Vale aclarar que los giles de Nacional sigue esperando que los gallegos de mierda paguen lo que deben por el pase del golero, a más de diez años de la transferencia.
El tema de que haya sido de club a club hizo enfadar al contratista dueño del fútbol uruguayo Francisco Casal, quién desarmó a Nacional sacándole (o haciendo que sus representados no renovaran) catorce jugadores entre Apertura y Clausura. De pasar a dirigir jugadores talentosos y con clases, el pobre Carreño se tuvo que conformar con Alejandro Melo, el Colo Guerrero, Pichirica Vázquez, Juan Marcelo Toya y una serie de cuadrupedos más. Peor situación tenía Fabián, que de jugar con Zidane y Del Piero, estaba en Uruguay y no le devolvían una pelota redonda.
El Turco Ache, presidente de Nacional en ese momento, concretó la Operación Retorno del astro panameño: Julio César Dely Valdez. Se cumplían diez años de la partida del panameño al fútbol ibérico, dónde se aburrió de hacer goles. La condición que ponía Panagol para su vuelta era que Nacional contrate también a su hermano gemelo, Jorge, de lo peor que vi con la camiseta de Nacional. La directiva, ante la sangría de jugadores que había sufrido y después de vender todo el humo con la vuelta de Dely accedió al pedido.
Estaba claro que Panagol no venía por dos pesos a Nacional, cosa que Fabián comprendió y no dijo nada. Hay que recordar que Fabián y su magia habían sido fundamental en el título del Apertura, en el desempeño de la Copa y no era de los mejores pagos del plantel.
Lo que sí enfureció a Fabián fue que el hermano de Panagol, Jorge, que era horrible de verdad, ganara la misma cifra que él, que era figura y el negro era el quinto delantero a entender del técnico. Allí Fabián, sin mediar palabra se despidió de un portazo al enterarse de la jugarreta de la directiva. Se sentía engañado, traicionado y volvió a Paso de los Toros, rodeado de los suyos, los que lo quieren de verdad.
Nacional fue el último club profesional donde jugó Fabián. Disputó algunos partidos en el Tito Borjas del fútbol de San José, pero para sacarse el gusto.
También salió en los medios que Fabián había apretado con un arma de fuego a un árbitro de un partido de Defensor (club del cual es dirigente) de la liga de Tacuarembó.
Parece que algún vivo se dio cuenta de lo que rendía el personaje O’Neill y decidieron explotarlo. Tal es así que programas de televisión y de radio lo buscaban constantemente, para que contara anécdotas o volcara conceptos sobre temas futbolísticos del momento. Claro está, Fabián los atendía siempre, siempre en pedo, y los programas lo sacaban al aire sabiendo que no estaba en sus cabales y se le trancaba la lengua. Vendía que O’Neill hablara borracho.
Sin embargo, es recordado un episodio en el programa Sin Límite una mesa de alcahuetes de Casal y de Tenfield. Los “parodistas” deportivos hablaban de Diego Forlán y se ponía en tela de juicio la sexualidad de este. Fabián estaba en su Paso de los Toros mirando el programa y decidió hacer justicia por mano propia: llamó al canal, otra vez en condiciones deplorables, y lo sacaron al aire. Allí hizo su descargo: justificó la sexualidad de Forlán diciendo que “se llevaba a todas las minas”, aclarando posteriormente que Forlán no era su amigo, era un compañero con el cual se llevaba muy bien. Los amigos de O’Neill eran “el negro Darío, el negro Chengue, el negro Mendez, el negro Regueiro” y que, dada la formación académica de Forlán, Fabián consideraba imposible que el blondo delantero tuviera una relación cercana a “la banda mía”.
También recordó una anécdota que marcó a fuego el compañerismo de Diego hacia Fabián. Parece que Fabián no tenía muchos conocimientos informáticos y el Chengue que estaba mamado según el isabelino lo podía ayudar. O’Neill necesitaba sí o sí conectarse a internet para hablar con su familia y ahí apareció Forlán, le prendió la PC, le configuró el MSN y la webcam y Fabián logró su cometido. “Fenámena de verdá” fue la definición de Fabían sobre el hijo del boniato.
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